Desde su fundación en 2018, Love Chicharrón ha buscado ser un referente en el sector gastronómico, destacándose por un crecimiento sostenido con tasas anuales entre el 12% y el 15%, incluso enfrentando desafíos como la pandemia y la inflación.
Emprender en pareja no es tarea fácil. Requiere sacrificios, confianza y una pasión compartida. Así lo han demostrado Valentina Hiles y Juan Pablo Bonilla, los creadores de Love Chicharrón, una cadena de restaurantes en Bogotá que ha conquistado el corazón de los amantes de la comida colombiana.
Desde el inicio, Valentina y Juan Pablo tuvieron claro que querían construir un negocio juntos. Sin embargo, el camino estuvo lleno de retos. Durante muchos años, ambos renunciaron a recibir sueldos para poder invertir cada recurso en el crecimiento de su emprendimiento. Valentina ya tenía experiencia en el sector gastronómico con su restaurante La Herencia, mientras que Juan Pablo venía del mundo de las finanzas y los negocios. La combinación de sus conocimientos les permitió desarrollar un concepto innovador basado en el chicharrón como protagonista.
Un error que llevó al aprendizaje
En su deseo de expandirse, tomaron la decisión de abrir un nuevo local en Chapinero. Encontraron un lote abandonado y decidieron comprarlo y edificar desde cero. Fue una inversión grande y arriesgada que, con el tiempo, les enseñó una lección invaluable: no siempre es necesario construir desde la base para hacer crecer un negocio. «Nos equivocamos en la ubicación y esto nos hizo retroceder varios meses en nuestro crecimiento», confiesa Valentina. Sin embargo, esta experiencia también los ayudó a fortalecer su estrategia y a confiar en que no todo lo que abrieran necesariamente se convertiría en éxito inmediato.
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La pasión de Valentina por la gastronomía viene desde su infancia. Creció en los restaurantes de su madre, una visionaria emprendedora que logró posicionar un negocio de comida antioqueña en Bogotá. Aunque inicialmente Valentina estudió Derecho, pronto se dio cuenta de que su verdadera vocación estaba en la cocina y en el montaje de restaurantes. Su sueño era volver a Colombia y abrir su propio negocio.
Por su parte, Juan Pablo, con formación en administración de empresas y experiencia en banca y fondos de inversión, vio una oportunidad en la forma en que los comensales consumían chicharrón. «En el restaurante de Valentina, los clientes pedían chicharrón como entrada, pero noté que no había un concepto que lo presentara como el plato fuerte», explica. De esta observación nació Love Chicharrón, con la idea de dignificar y elevar este producto dentro de una experiencia gastronómica de calidad.
De los festivales gastronómicos a las tiendas físicas
Antes de abrir su primer local, probaron suerte en festivales gastronómicos. Alimentarte fue su primera gran prueba. Para la feria, llevaron 400 chicharrones, pensando que durarían los tres días del evento. Para su sorpresa, se agotaron en tan solo dos horas. «Nos tocó llamar a todos los proveedores y organizar una logística improvisada para seguir vendiendo», recuerda Valentina.
En estos eventos también surgieron ideas clave, como su empaque innovador. Inspirados en los mercados gastronómicos de España, diseñaron un cono que permitía llevar el chicharrón de manera práctica y conservando su calidad. Esta presentación se convirtió en un sello de la marca.
Gracias al éxito en ferias y al interés creciente de los clientes, pronto recibieron invitaciones de colegios y otros eventos, consolidando una comunidad de seguidores a través de redes sociales. Este crecimiento orgánico les dio la confianza para dar el siguiente paso y abrir sus primeros locales físicos en la ciudad.
Hoy, Love Chicharrón es una cadena reconocida en Bogotá, con una propuesta gastronómica innovadora que revaloriza el chicharrón y lo convierte en una experiencia de alto nivel. Para Valentina y Juan Pablo, el negocio va más allá de vender comida: es una vocación, un estilo de vida y una forma de conectar con los clientes a través de la pasión por la gastronomía.
Su historia es un testimonio de perseverancia, aprendizaje y amor por lo que hacen. Conoce más a fondo en el siguiente episodio de «A la carta»:
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