Tras estar en el top de los restaurantes más reconocidos de Bogotá, Tomás Rueda toma la decisión de «colgar el delantal» para reencontrarse con sí mismo y con el campo colombiano.
En el mundo de la gastronomía, Tomás Rueda es un referente que no solo destaca por su creatividad en los fogones, sino por la profundidad con la que entiende la cocina como un acto de conexión con el territorio, la cultura y las personas. Su camino no ha estado exento de momentos de crisis y reinvención, pero cada paso ha cimentado su lugar como uno de los chefs más influyentes de Colombia.
Tomás llegó al mundo de la cocina casi por accidente. «Siempre he creído que fue un golpe de suerte», recuerda. Su incursión en los fogones comenzó por necesidad: viviendo solo desde los 25 años y ligado al rock and roll, encontró en las cocinas un lugar donde trabajar y sustentarse. De lavar platos en un almorzadero pasó a freír mojarra, y, con el tiempo, la cocina se transformó en una pasión que lo llevaría a estudiar en España y trabajar en diferentes países.
No obstante, no fue un enamoramiento inmediato. «Fue un enamoramiento lento, que comenzó como una necesidad, pero que terminó siendo un proyecto de vida», confiesa.
Los aprendizajes en Donostia y Tábula
La apertura de Donostia marcó un antes y un después en su carrera. Aunque reconoce que no estaba completamente preparado, asumió el reto gracias al apoyo de un amigo que le insistió en aprender desde la experiencia. «No tengo maestro, pero la experiencia fue mi maestro», afirma.
Durante 20 años, Donostia y Tábula se convirtieron en espacios donde Tomás experimentó, aprendió y dejó su huella en la gastronomía colombiana. Sin embargo, esos años también vinieron acompañados de desafíos personales y profesionales.
«Me arrepiento de haber sido grosero y maltratador con muchos cocineros y camareros», reflexiona. Esta honestidad es parte de lo que lo hace tan humano y cercano a quienes lo admiran.
Lea también: La Monferrina: cómo posicionar un restaurante de barrio
La pandemia fue un punto de inflexión. No enfrentaron una quiebra económica, sino espiritual. “Entendimos que nos faltaba visión, innovación y esa chispa que hace que todo cobre sentido», comparte. Fue entonces cuando decidió cerrar Donostia y Tábula, un acto que su esposa cuestionó. «Me dijo que era increíble botar 20 años de trabajo a la caneca. Le respondí que no los estaba botando, los necesitaba para hacer lo que venía».
Ese renacer tomó forma con Oriente, un restaurante que combina todo lo aprendido, pero con un enfoque más íntimo y consciente.
Para Tomás, un restaurante es más que un lugar para comer. Es un hogar, un espacio de encuentro y aprendizaje. Su conexión con el ingrediente va más allá de la técnica; busca transmitir la trazabilidad, el esfuerzo humano y las tradiciones detrás de cada plato.
Hoy, Tomás Rueda no solo es un maestro de la cocina, sino un contador de historias, un guía que invita a sus comensales a reflexionar sobre lo que hay detrás de cada bocado. «La cocina es agotadora, pero si no estuviera enamorado de esto, no seguiría aquí», concluye.
Si quiere conocer más sobre la historia de Tomás Rueda, lo invitamos a ver y escuchar el episodio completo de «A la Carta», el podcast de la revista Buen Gusto:
Tal vez le interese:
Regresa Expobar, la feria de los empresarios de bares y gastobares en Colombia
Burger King apuesta por crecimiento en Colombia pese a desafíos económicos