Casa Rivera del Cacao: el “paraíso” de los reposteros

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Este emprendimiento colombo-francés produce una de las mejores barras del mundo desde una finca en en el Quindío, bajo el modelo tree to bar y con variedades reconocidas por su calidad excepcional.

En una finca de 12 hectáreas ubicada en la vía a Pijao, en pleno Paisaje Cultural Cafetero, nació Casa Rivera del Cacao, un emprendimiento colombo-francés que produce una de las mejores barras de chocolate del mundo bajo el modelo tree to bar. Con más de 8.000 árboles sembrados y ocho variedades de cacao colombiano —cinco de ellas reconocidas con el sello “Cacao de Excelencia” en el Salón del Chocolate de París—, este proyecto agrícola, gastronómico y turístico le apuesta a convertir al cacao en un nuevo protagonista del desarrollo rural en el Quindío.

La historia comenzó en 2014, cuando José Luis Pérez, abogado del Rosario y MBA de la Universidad de Temple, conoció a un grupo de empresarios colombo-franceses vinculados al Mundial de Ciclismo de Pista en Cali. Años más tarde, esa conexión lo llevó a trabajar junto a Thierry Mulhaupt, reputado maestro chocolatero francés, quien llegó con la idea de elaborar uno de los mejores chocolates del mundo con cacao colombiano.

Lo que empezó como una oportunidad de inversión terminó siendo una transformación personal: “Nunca pensé en ser parte de un proyecto cacaotero, pero al vincularme a este emprendimiento me enamoré perdidamente del cacao. De lo mucho que lo amamos los seres humanos y de lo muy poco que, realmente, sabemos de él”, dice Pérez, hoy director y productor de Casa Rivera del Cacao.

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Desde 2018, él lidera esta iniciativa que combina producción agrícola, transformación agroindustrial, turismo experiencial y formación técnica. Para asumir este rol, decidió relegar más de dos décadas dedicadas a la estructuración financiera y a la gerencia de proyectos inmobiliarios. “El principal desafío ha sido entender que el cacao es un campo muy amplio y, en alguna medida, poco explorado. Por eso me formé con un programa sobre establecimiento y mantenimiento de plantaciones de cacao, y desde entonces ha sido un proceso autodidacta constante, alimentado por libros, videos, charlas con expertos y mucho trabajo de campo”.

Inmersión cacaotera

Una de las claves del proyecto fue la elección de las variedades de cacao. “Fue un proceso largo, pero siempre tuvimos claro que queríamos la mejor calidad posible. Colombia, gracias al trabajo de Fedecacao, cuenta con variedades que han sido reconocidas como las mejores del mundo. También analizamos la autocompatibilidad e intercompatibilidad sexual de las plantas y su capacidad de adaptación a los microclimas de la finca”, explica Pérez.

Entre esas variedades está el cacao Monsalve, endémico del Quindío y rescatado por Casa Rivera tras años de abandono por la expansión cafetera. De hecho, cinco de las variedades que cultivan —originarias de Arauquita, Tame, Saravena, Lebrija y San Vicente de Chucurí— han sido reconocidas con el sello Cocoa of Excellence en el Salón del Chocolate de París, una de las distinciones más importantes de la industria a nivel mundial.

El contexto local planteó retos importantes. Aunque el Eje Cafetero cuenta con una alta tradición agrícola, la mayoría de técnicos están especializados en café y no en cacao. “Eso nos obligó a buscar asesores en otras partes del país y del mundo. Hoy, varios de nuestros trabajadores han recibido formación técnica específica en cacao y lideran los procesos con una visión integral de calidad y sostenibilidad”, dice Pérez.

La apuesta por el modelo tree to bar ha permitido a Casa Rivera tener control total sobre la cadena productiva, garantizando trazabilidad, prácticas limpias y diferenciación en el mercado internacional. La finca actualmente exporta chocolate a Estados Unidos y Canadá y produce 20 referencias distintas: la mitad elaboradas en Colombia y la otra mitad en el taller de Thierry Mulhaupt en Alsacia. Esa combinación de origen y excelencia técnica ha posicionado al proyecto como una referencia del lujo sostenible hecho en Colombia.

Además de los resultados económicos, el impacto más relevante ha sido el cambio en la percepción del cacao como cultivo estratégico. “El hecho de descubrir que el cacao es amazónico y que los primeros cacaos evolucionaron en la frontera colombo-ecuatoriana me hizo entender que tenemos la mayor riqueza genética del mundo. Si integramos la cadena y mejoramos los procesos, podemos ser líderes mundiales”, sostiene Pérez. Su visión es clara: el chocolate colombiano puede contar historias, generar bienestar rural y posicionarse como una expresión auténtica del territorio.

Así es la experiencia de turismo gastronómico

Casa Rivera del Cacao es una invitación a detenerse y dejar que el sabor cuente historias. Desde que se cruza el umbral, todo está dispuesto para la contemplación: una arquitectura abierta al paisaje, habitaciones que se asoman a los cultivos, una piscina que acompasa el ritmo del piedemonte andino y una huerta orgánica donde crecen vainilla, haba tonka, macadamia y marañón, ingredientes que luego dan identidad a la cocina.

El lujo aquí no está en la ostentación, sino en el vínculo profundo con la tierra, en la sostenibilidad como principio y en el respeto por los ciclos naturales. Caminar por los senderos de la finca, que se extienden a lo largo de 1,4 kilómetros, es entrar en una narrativa donde el Quindío no es solo café, sino también chocolate, biodiversidad y memoria viva. Entre los cafetales, aves de paso y árboles de cacao comparten espacio, y de sus frutos —mazorcas que se abren con las manos— nace el chocolate.

De esta manera, Casa Rivera del Cacao le rinde homenaje al potencial agropecuario del país, pero sobre todo al cacao, ese fruto ancestral que nació en estas tierras mucho antes de que el café escribiera su historia. Porque si algo tienen claro es que, a pesar de que ha sido menos visible, el cacao ha estado siempre ahí, esperando su momento para florecer con la fuerza y el carácter que lo hacen único.

La experiencia se enriquece gracias al conocimiento integral, que ha sido posible desde al diálogo con chocolateros internacionales, muchos de los cuales llegan al proyecto atraídos por la propuesta de turismo gastronómico del lugar, reconocida en la prensa internacional.

La finca también opera como hotel rural con nueve habitaciones, piscina, cava y restaurante de autor dirigido por el chef Juan Esteban Ramírez, con un menú degustación de siete tiempos que le rinde tributo a los sabores colombianos, incorporando diferentes ingredientes locales

Así pues Casa Rivera del Cacao es, en esencia, una síntesis de tradición, innovación y apuesta por el origen. Un emprendimiento que transforma la tierra con una mirada global, pero enraizada en la biodiversidad, la identidad y el saber local. Desde el Quindío, el cacao colombiano avanza con pasos firmes hacia los más altos estándares del chocolate mundial.


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