A pocos pasos de la plaza de mercado del Siete de Agosto en Bogotá se encuentra este refugio para los más glotones.
Gula surgió como un proyecto de un grupo de amigos que querían traer la cocina sureña de Estados Unidos a Bogotá, pero su concepto se “colombianizó”, para poderse adaptar a la locación que seleccionaron: un barrio rodeado principalmente de comercio, ferreterías, y talleres mecánicos. Un barrio obrero, sin mayor tradición gastronómica.
Años atrás, André Tarditti con su Trattoria de la Plaza, un restaurante de comida mediterránea, había quebrado todos los paradigmas de la ubicación como factor de éxito de un negocio de esta naturaleza. Su establecimiento, pequeño en principio, se instaló donde antes operaba un billar, lejos de los sitios fashion de la ciudad. Y hoy no solo es un local más grande, sino que también este empresario logró desarrollar otros conceptos como La Tapería de la Plaza y el Atelier de la Plaza.
Al igual que Tarditti, a los socios de Gula también les atrajo la idea de estar cerca a la plaza de mercado «del Siete» para poder abastecerse de sus productos frescos. Y en una bodega que encontraron, donde funcionaba un taller y una imprenta, comenzó a gestarse su sueño.
Adecuaron el lugar, conservando la esencia de una bodega, y comenzaron a desarrollar su oferta gastronómica basada en cerdo y pollo, e insumos directamente de la plaza. Buscaron ser coherentes con la zona e incorporaron en el menú opciones cero pretenciosas y muy cotidianas como empanadas, chicharrón carnudo, hamburguesas, o pollo asado.
Fue así que el restaurante no solo conquistó a los comensales del barrio, sino también a oficinistas de empresas aledañas, a familias que llegan desde otras zonas de la ciudad a disfrutar del “brunch del pueblo” los fines de semana, o al combo de amigos que visitan el sitio los viernes en la noche en busca de una buena oferta de coctelería.
En Gula cada plato tiene su toque especial. Desde el chorizo santarrosano de las minihamburguesas, hasta la miel de cajún de las alitas, o el puré de yuca de las costillas BBQ. Aquí los platos son generosos, para apetitos voraces. Aquí la palabra “poquito” no existe. Aquí se vale pecar, se vale disfrutar de la comida en grande a unos precios asequibles.
El chef del lugar, Andrés Nieto, define su propuesta como una “gastronomía chévere” para todos los gustos, incluyendo a los vegetarianos, pues a pesar de que los protagonistas son el cerdo y el pollo, también se pueden encontrar opciones como los tacos de champiñón, las empanadas de lentejas o las hamburguesa de lentejas, quinua y chía.
Los sabores muy colombianos no dejan de estar presentes, desde el suero costeño, hasta las arepas de chócolo, o las papas criollas o los ajíes.
Si bien el estar en una zona poco convencional ha significado para sus socios algunos retos, de este proyecto es destacable, a parte de su propuesta gastronómica, su filosofía de apoyo al comercio local. No solo los ingredientes, sino también la dotación (los platos de peltre), las servilletas, los empaques provienen de la plaza o los locales vecinos.
Este restaurante, descomplicado y generoso en todo el sentido de la palabra, es merecedor del éxito que hasta la fecha ha tenido desde el día que abrió sus puertas.
Foto cortesía: restaurante Gula