Dos visiones de lo que significa posicionar un país. De un lado, su importancia como epicentro culinario; de otro, el impacto en el sector Horeca y la economía.
En los últimos años, el turismo ha tomado un giro hacia lo especializado, donde tanto la gastronomía como la restauración juegan roles clave.
Aunque estos dos términos pueden parecer relacionados, ser un destino gastronómico y una potencia en restaurantes representan conceptos distintos que influyen en la oferta turística de un país de maneras diferentes.
Un país se convierte en un destino gastronómico cuando su cocina, ingredientes locales y tradiciones culinarias son lo suficientemente atractivos para atraer a turistas de todo el mundo.
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Francia, México, Italia y Perú son ejemplos de destinos gastronómicos, donde los visitantes buscan no solo degustar platos, sino sumergirse en la cultura culinaria de cada región.
En Colombia, el auge de la gastronomía local, la organización de festivales y la creciente relevancia de chefs de renombre contribuyen a la creación de una identidad gastronómica que atrae a turistas.
No obstante, ser un destino gastronómico si bien tiene un impacto considerable en la economía de los restaurantes, sugiere por mucho una serie de desafíos importantes de cara al servicio y la oferta que se presenta ante los clientes.
Excelencia, objetivo de la industria gastronómica
Ser una potencia restaurantera no solo implica una buena oferta gastronómica, sino también un desarrollo robusto en los servicios y atención al cliente que soporten la infraestructura turística en general.
Países como España y Estados Unidos han logrado consolidarse en este ámbito gracias a su infraestructura hotelera, la calidad del servicio y la capacidad de ofrecer experiencias de lujo.
La restauración va más allá de la gastronomía, abarcando comodidad, innovación tecnológica y una oferta de experiencias personalizadas para los visitantes. La gastronomía es parte de la oferta, pero en un contexto más amplio de hospitalidad.
Aunque los conceptos de destino gastronómico y potencia hostelera son distintos, uno puede potenciar al otro. Un claro ejemplo es España, que ha sabido combinar su vasta oferta de alojamientos de alta calidad con una gastronomía de renombre mundial. Este balance entre infraestructura y cultura culinaria es lo que posiciona a un país en ambos sectores.
El camino para lograr cada categoría requiere habilidades y estrategias diferentes. Un equilibrio entre estos elementos es clave para ofrecer una experiencia turística enriquecedora, sobre todo en Colombia que este año fue reconocido como Quinto Mejor Destino Gastronómico del mundo, según National Geographic.
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