Sebastián Bedoya, propietario del restaurante La Monferrina, comparte qué ha aprendido al integrarse en la comunidad con su restaurante, haciendo de sus clientes, equipo y proveedores una verdadera familia.
Bedoya, un chef colombiano de raíces cartageneras y vallecaucanas, comenzó su aventura culinaria en su niñez, cuando se trasladó a Venezuela.
Su historia está marcada por una influencia italiana, especialmente en su amor por la pasta. Al llegar a la adolescencia, su vida dio un giro inesperado.
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Aunque inicialmente aspiraba a ser ingeniero civil, un trabajo temporal en un restaurante cambió su rumbo para siempre. «Pelé papas todo el día, y esos fueron los días más felices de mi vida», recordó Bedoya sobre sus inicios en el sector gastronómico.
La Monferrina nació de la pasión de Bedoya por la cocina y la necesidad de crear un espacio en su comunidad. Después de trabajar en varios restaurantes, incluida una experiencia en un reconocido establecimiento con estrellas Michelin en España, Bedoya decidió abrir su propio restaurante en Bogotá, a la edad de 20 años.
«No teníamos experiencia en la gestión de un restaurante, pero teníamos una visión clara», afirma. Con un socio y un enfoque en ofrecer pasta fresca hecha en casa, el restaurante comenzó a tomar forma en el barrio de La Macarena.
«Entendimos que teníamos que respetar las dinámicas del barrio y encontrar una manera de encajar». Este aprendizaje lo llevó a redefinir el concepto de su restaurante y a centrarse más en la calidad y la simplicidad de la comida, manteniendo un ambiente acogedor.
A lo largo de los años, La Monferrina ha evolucionado, pero Bedoya sigue involucrado en todos los aspectos del restaurante, desde cocinar hasta lavar platos. «Hago de todo con las ganas del mundo», destaca. Este enfoque práctico y su dedicación se reflejan en la calidad de la comida y la experiencia que ofrece su establecimiento.
“La comida es auténtica, sin pretensiones”, explica, destacando que su objetivo siempre ha sido crear un espacio de encuentro en el barrio, donde la gente pueda disfrutar de buena comida en un ambiente relajado.
La Monferrina ha crecido y cambiado desde sus inicios, pero siempre ha mantenido su esencia. “Lo que hacemos es comida clásica, informal, que permite a la gente disfrutar sin complicaciones”.
A medida que la industria gastronómica ha ido evolucionando, también lo ha hecho el menú del restaurante, adaptándose a los gustos de los comensales mientras se mantiene fiel a sus raíces.
En parte, el secreto del modelo de restaurante de barrio consiste en ser parte de la comunidad. «Me encanta ser parte del barrio, conocer a mis vecinos y hacer de La Monferrina un punto de encuentro». Este compromiso con su entorno ha sido clave para el éxito del restaurante, que se ha convertido en un referente en La Macarena, no solo por su comida, sino por su atmósfera cálida y acogedora.
Para Bedoya, la cocina no es solo un trabajo, sino una forma de vida. “Cada día es una oportunidad para aprender y mejorar”. Su pasión y dedicación han llevado a La Monferrina a convertirse en un lugar querido por los bogotanos y una representación de la cultura culinaria de la ciudad.
Si quiere conocer más sobre la historia de Sebastián Bedoya y su travesía en el mundo de la gastronomía, lo invitamos a ver y escuchar el episodio completo de «A la Carta», el podcast de la revista Buen Gusto: