Tomar un café en Buenos Aires esconde mucho más que eso. Es un ritual de encuentro con uno mismo, con otros y con la historia. Argentina abre fronteras en Colombia este 1 de noviembre e invita a los turistas a sumarse al mes del café latinoamericano.
Las calles de Buenos Aires tienen esconden místicos aromas, sonidos y personas. El café argentino guarda un reservorio de anécdotas, personajes y vivencias que hacen a la identidad porteña.
En Buenos Aires la experiencia de “ir a tomar un café” no es simplemente eso. Es, más bien, un ritual para leer un diario, un libro, tener un momento a solas o disfrutar de la tradición que envuelve estos espacios de encontrarse para regodearse de la cultura porteña. Es la excusa para sentarse en el mismo lugar donde estuvieron reyes, presidentes, reconocidos artistas, escritores o deportistas.
Y cada uno de estos espacios esconde historias siempre dispuestas a ser descubiertas por cualquier curioso a través del relato de algún mozo o, por qué no, de otro comensal. Pero no todos son iguales, cada uno tiene su mística.
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Con la apertura de fronteras habilitada a partir del 1 de noviembre de 2021 en Colombia, Buenos Aires ofrece diversas opciones para disfrutar el café, las delicias para acompañarlo como medialunas o churros y un entorno único, como son los tradicionales barrios porteños que los albergan:
Café Tortoni: el más antiguo de Argentina. El arte habita este bar notable, al que fueron a buscar inspiración personajes como el cantante Carlos Gardel, los escritores Jorge Luis Borges y Alfonsina Storni, el automovilista pentacampeón del mundo Juan Manuel Fangio y, según se cuenta, hasta el mismo Albert Einstein.
Le debe su nombre su homónimo de París, pero, su majestuosa fachada, las mesas y las columnas de mármol, las vidrieras del siglo XIX en el techo y el halo que lo rodea, hacen que nada tenga que envidiarle. Sin mencionar que sus paredes emanan pura cultura e historia inmersas en un característico estilo que remite a otros tiempos.
Café de los Angelitos: es atravesar el tiempo. Al ingresar, se genera la sensación de volver a 1890, cuando fue fundado y, si bien durante 14 años permaneció cerrado, no perdió el toque. Las paredes cuentan historias a través de las fotos que recrean la época en que este notable nació mientras desde un balcón baja la música en vivo de un bandoneón e inunda el salón al ritmo del 2×4.
Café Margot: del barrio de Boedo, otro inseparable de la identidad porteña. Entre los de paladar más exigente se dice que el imperdible de la casa es el sándwich de pavita al escabeche, creado en los años 40. Y por qué no acompañar la experiencia con la lectura de un libro, de esos que duermen en la biblioteca situada en la parte de atrás del local. Desde 1904, este lugar fue testigo del paso de anarquistas, tangueros y escritores, recordados en los retratos de sus paredes.
Bar Federal: Ubicado en San Telmo, antes de convertirse en el café que es hoy fue pulpería, tienda de comestibles y alojó un prostíbulo, según cuentan. ¡Vaya si guardarán historias sus mesas y mostradores! Tiene más de 150 años y los demuestra orgullosamente a través de viejas publicidades, fotografías y objetos antiguos.
La Biela: Destino obligado para turistas colombianos amantes del café y el automovilismo. Su propio nombre está inspirado en la pieza del auto de un piloto argentino que se rompió en la esquina de Recoleta donde está el bar. Mito o realidad, lo cierto es que por las mesas de este emblemático pasaron grandes de la Fórmula 1 como Jackie Stewart o Emerson Fitipaldi y figuras de otros ámbitos, como los entonces reyes de España, Juan Carlos y Sofía.