Andrés Nieto: el chef que le imprimió identidad colombiana a la hamburguesa

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Andrés Nieto, propietario de Botero Burger, ha construido una hamburguesería con identidad, trazabilidad y conexión con pequeños productores.

Andrés Nieto siempre supo que su destino estaba en la cocina. Desde niño, observaba a su madre, a su abuela paterna y a sus tías moverse con destreza entre ollas y sartenes, preparando platos que reunían a la familia en torno a la mesa.

Más que una rutina diaria, la cocina era el corazón de su hogar, el punto de encuentro de historias y tradiciones. Así, sin darse cuenta, comenzó a forjarse el camino que lo llevaría a los fogones.

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Años después, Andrés cruzó el continente para estudiar en el Instituto Argentino de Gastronomía en Buenos Aires. Allí, entre técnicas y recetas, se sumergió en el mundo culinario, entendiendo que la cocina no solo era sazón, sino también ciencia, dedicación y aprendizaje constante. Para él, la formación no se limitó a las aulas; en paralelo a sus estudios, trabajó en restaurantes porteños, lavando platos y aprendiendo desde la base. Este espíritu de esfuerzo y constancia lo acompañó cuando regresó a Colombia, donde comenzó nuevamente desde abajo, enfrentando los desafíos de una industria que exige disciplina y pasión.

Su recorrido fue diverso. Pasó por restaurantes como Donostia, de Tomás Rueda, donde su contacto con el producto local le despertó una nueva inquietud: entender el origen de cada ingrediente y darle valor al trabajo de los pequeños productores.

Su camino lo llevó más adelante a emprender con El Cebollero, un restaurante de salchichas artesanales que marcó el inicio de su carrera como empresario gastronómico. Pero la inquietud por crear no se detuvo ahí. Fundó Pan del Pueblo, una panadería con el propósito de rescatar recetas tradicionales con un enfoque moderno, trabajando fermentaciones naturales y sabores autóctonos.

El destino de Andrés con las hamburguesas se selló en un giro inesperado. En medio de la pandemia, Botero BurgerLab, un concepto experimental de hamburguesas, estaba por cerrar sus puertas.

Su dueño, Juan Camilo, le propuso darle continuidad a la marca. Para Andrés y su esposa, quienes ya soñaban con abrir una hamburguesería, la oportunidad llegó en el momento preciso. No solo aceptaron la propuesta de no dejar morir la marca, sino que transformaron completamente la propuesta.

Una hamburguesería no convencional

Desde su concepción, Andrés apostó por una cocina donde cada ingrediente tiene una historia. La carne proviene de ganaderos locales que respetan procesos sostenibles; el pan es elaborado con fermentaciones largas y métodos artesanales; los vegetales son seleccionados con pequeños proveedores locales.

Ahora Botero tiene por objetivo ofrecer una experiencia que conecte a las personas con el origen de lo que comen.

Se trata de un concepto donde la nostalgia, la técnica y la innovación van de la mano. En cada hamburguesa, en cada bocado, se encuentra la esencia de un cocinero que jamás ha dejado de aprender y evolucionar. Pero también esos sabores colombianos que hacen parte de su esencia y de nuestra memoria gustativa.

Cuando decidió participar en el Burger Master, entendió que no se trataba solo de aprovechar la visibilidad y el volumen de ventas del evento, sino también de construir una hamburguesa con identidad, con ingredientes que representaran su visión de la cocina colombiana. En la última edición, por ejemplo, desarrolló una hamburguesa inspirada en el asado colombiano. Eso lo llevó a buscar carne a la llanera y desarrollar una salsa de maíz peto, buscando replicar el sabor de una arepa quemada en la parrilla.

El proceso de encontrar el maíz peto lo llevó a la fundación Abuelita Flor, liderada por una mujer de 90 años que ha cultivado maíz toda su vida y dice que “todos somos hijos del maíz”.

“Cuando le comentamos la cantidad que necesitábamos, no lo podía creer. Su producción habitual en un año era lo que nosotros requeríamos en semanas. Finalmente, logramos coordinar la entrega con su familia, quienes trajeron el maíz en un bus hasta Bogotá. Fue un proceso especial, de mucho aprendizaje y conexión con los productores”, comentó.

Algo similar ocurrió con el quesillo de hoja. “No queríamos solo un proveedor, queríamos conocer quién lo hacía. Así encontramos a dos mujeres en el Huila que lo elaboran de manera artesanal. Aunque la logística para recibirlo ha sido un reto, nos motiva la relación directa con quienes producen los ingredientes que usamos. Mariana Pulido, mi esposa y socia, ha sido clave en esta búsqueda. Ella, aunque fotógrafa de profesión, se encarga de rastrear proveedores, negociar y coordinar toda la operación detrás de cada ingrediente”,.

De emprender solo a hacerlo en familia

A lo largo de su trayectoria, Andrés ha pasado de emprender con amigos a hacerlo con su hermana en la panadería y ahora con su esposa en Botero. La clave en cada etapa ha sido la comunicación. Reconoce que siempre habrá desafíos y diferencias, pero mientras haya diálogo, todo fluye mejor. Lo mismo aplica en su equipo de trabajo. Busca que sus colaboradores sientan la confianza de hablar y aportar.

El crecimiento y la consolidación de la marca

Bajo su dirección, Botero está por cumplir cinco años. Al principio, algunos clientes llegaron esperando lo que conocían antes y se sorprendieron con la nueva propuesta.

“Recibimos críticas por incluir ingredientes poco convencionales en hamburguesas, como la mermelada de mora silvestre o el bocadillo. Pero con el tiempo, muchos se quedaron y entendieron nuestro concepto. En un mercado tan competitivo, lo difícil no es atraer clientes, sino lograr que vuelvan. Creemos que lo hemos conseguido”, asegura.

El crecimiento ha sido un proceso de aprendizaje. Expandir la marca no es fácil. Cada punto tiene dinámicas distintas: San Felipe se mueve más de noche, Chicó funciona a mediodía con oficinas y Modelia ha sido una apuesta con flujo constante todo el día. La clave ha sido conocer cada ubicación y adaptarnos sin perder nuestra esencia. Desde el inicio con Mariana, Andrés tenía claro que quería una hamburguesería de barrio, un lugar donde la gente fuera a comer rico y sintiera que es parte de su cotidianidad. Así lo imaginaron, así lo han construido y así siguen en ese camino.

Insights con Andrés Nieto

¿Cómo nació tu pasión por la cocina?

“Desde pequeño, en mi casa siempre se cocinaba. Mi mamá tuvo un restaurante de barrio y mi abuela paterna también cocinaba increíble. Me gustaba ver cómo la cocina reunía a la familia y a los amigos. No se trataba solo de preparar comida, sino de compartir momentos”.

Tu formación comenzó en Argentina, ¿cómo fue esa experiencia?

“Estudié en el Instituto Argentino de Gastronomía en Buenos Aires. Fueron dos años en los que aprendí técnica y disciplina, pero también trabajé desde abajo en restaurantes. Lavé platos, fui ayudante de cocina… todo eso me dio bases sólidas para mi carrera”.

Después de tu regreso a Colombia, ¿cómo fue tu camino antes de Botero?

“Trabajé en varios restaurantes, incluyendo Donostia, donde aprendí la importancia del producto local. Luego emprendí con El Cebollero, un restaurante de salchichas artesanales, y fundé Pan del Pueblo, una panadería enfocada en fermentaciones naturales”.

¿Cómo llegaste a Botero Burger?

“Siempre quise tener una hamburguesería. Cuando Juan Camilo decidió cerrar Botero BurgerLab, nos ofreció quedarnos con la marca. Con mi esposa veníamos desarrollando recetas y vimos la oportunidad perfecta para crear algo propio, pero con un concepto completamente nuevo”.

¿Qué diferencia a Botero Burger de otras hamburgueserías?

“El respeto por el producto. Conocemos el origen de cada ingrediente, trabajamos con pequeños productores y buscamos que cada hamburguesa tenga una historia. No es solo vender comida rápida, sino ofrecer calidad y trazabilidad en cada bocado”.

¿Cómo ves el futuro de Botero Burger?

“Queremos seguir creciendo sin perder nuestra esencia. La idea no es ser los más grandes, sino mantener la calidad y seguir ofreciendo un producto en el que creemos”.

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